12 marzo, 2008

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Hola, ¿como estás?

Quería invitarte a un café. En realidad, me gustaría invitarte a mi casa, pero, bajo las actuales circunstancias, no creo que sería de lo más aplacible.
Te echo de menos. Añoro hablar contigo. Sé que estás muy liado con tus grandes planes y tus muchas responsabilidades. Sé que de las mías no he tratado como era debido, sin embargo, cuando me pongo ante la única ventana de mi piso, desde donde sólo se puede ver una pared desesperadamente quebradiza, son caras como las tuyas las que veo estampadas en este vacío. Esas pequeñas personas en la humedad... eso es lo que me quita de unas ganas extrañas de que dejen de existir días y horas.
Estoy profundamente sola, pero no como cuando estás sola en tu cama o en tu ordenador, sino que me baña esa tremenda soledad de los que están acompañados sin que nadie se de cuenta de su presencia.
Me gustaría volver, pero no es todavía el momento.
Lo que me duele no me debería doler y lo que me deja feliz simplemente no me concierne. El aturdimiento del no poder ante los hechos es lo que me pertenece.
Nunca creí en el rescate, pero ahora, al acostarme, en mis insomnios, bajo algunas lagrimas indeseadas, antes del entorpecimiento y después del vino, se me escapa al control pensar que esa mierda se tiene que terminar algún día.
Sé que no me entenderás, sé que no tienes por qué hacerlo. No pasa nada, estás ahí y ya.
Me anido en el terciopelo de mi manta, escucho los primeros ruidos de una cotidianidad desavisada y hago de cuenta que todo lo malo es ensueño.

Cuidate mucho.
Besos.

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Roberta Gonçalves, 2007 - We copyleft it!